John Berger: emigrante

Llevo unas semanas sumergido en » Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos» , de John Berger. Un libro que recoge refkexiones, poemas y pinturas del poeta inglés que nos dejó el año pasado. Todo el libro merece muchísimo la pena, pero, por lo que sea, sus reflexiones sobre la emigración, sobre la condición de emigrante de todo humano contemporaneo, me han tocado particularmente, y quisiera compartir con ustedes este fragmento, que, de algún modo también me trae a la memoria a Carl Sagan, y pensar:

Todo emigrante sabe en el fondo de su corazón que es imposible volver. Aun cuando físicamente pueda regresar, no regresa verdaderamente porque es él mismo el que ha cambiado radicalmente al emigrar. Es asimismo imposible volver a aquel momento hsitórico en el que cada pueblo era el centro del mundo. La única esperanza que nos queda ahora es hacer de toda la tierra el centro. Sólo la solidaridad mundial puede trascender el desarraigo moderno. La fraternidad es un término demasiado fácil: olvidándose de Caín y Abel, de algún modo promete soluciones para todos los problemas, cuando, e realidad, muchos no la tienen; de ahí, la necesidad sin fin de la solidaridad.

Hoy, en cuanto se deja la primera infancia, la casa nunca más vuelve a ser un hogar, como lo era en otras épocas. Este siglo, con toda su riqueza, con todos sus medios de comunicación, es el siglo del destierro generalizado. Quizá algún día se cumpla la promesa, aquella promesa de la que Marx fue el gran profeta, y entonces el hogar no sólo habitará en nuestros nombres, sino también en nuestra presencia consciente y colectiva en la historia, y volveremos a vivir en el corazón de lo real. Puedo imaginarlo, a pesar de todo.

Mientras tanto, vivimos no sólo nuestras propias vidas, sino también los anhelos de nuestro siglo.

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